La llamada termina y me trae buenas esperanzas. Si todo
sale como espero, las cosas volverán a estar bien antes de lo que imaginemos,
puede que incluso mejor de lo que habían estado nunca.
Una historia tan bonita como la de mi prima no puede
acabar nunca, porque ¿Si ellos no consiguen estar juntos después de todo lo que
han vivido, como podemos entonces los demás pensar que el amor es posible?
La tarde continua, un poco mas animada y la tristeza
que tenia durante la mañana se convierte en esperanzas de futuro, esperanzas en
las que me puedo incluir para luchar por lo que deseo; si nunca nos rendimos
podemos llegar a conseguir todo lo que nos propongamos.
Todo esto me esta dando que pensar, la vida son dos
días y hay que aprovechar cada momento al máximo, disfrutar de cada segundo y
lo que tenga que pasar después ya será cosa del futuro, un futuro en el que no
debemos pensar, solo importa el presente.
Hoy decido no pensar en mí, sino en mi prima y en
ayudarla porque no se merece estar mal, para pensar en mí ya tendré tiempo mas
adelante y seguiré mis instintos para que las cosas también estén bien a mi
alrededor.
Continúo con alguna que otra llamada para que mis
planes puedan ser posibles y después vuelvo a mi habitación, donde siguen mi
prima y mi hermana.
-Menudas aburridas sois, ¿No pensáis salir de aquí?-
las digo medio en broma para templar el ambiente, consiguiendo finalmente sacar
una sonrisa a mi prima.
-Venga, vamos, os voy a llevar a un sitio mágico que se
cruzo el otro día en mi camino- añado agarrándolas de los brazos y tirando de
ellas para que se levanten de la cama y me sigan.
Bajamos corriendo las escaleras, con algún que otro
tropezón y cuando finalmente abro la puerta oigo un grito que consigue pararme.
-Chicas, ¿Adonde
vais?- pregunta mi madre desde la cocina.
-No volveremos tarde mamá.
-Pero vendréis a cenar, ¿no?.
-Siiiiii mamá- respondo un segundo antes de cerrar la
puerta y empezar a correr de nuevo por la calle.
Nos perdemos entre la gente por unas cuantas calles,
llegando a empujar a alguna que otra persona sin querer, por lo que disminuimos
el paso y recuperamos el aliento antes de llegar al lugar en el que me gustaría
perderme cada día. Nos encontramos ante un maravilloso mirador rodeado de
naturaleza y desde el cual se pueden ver las partes más bonitas de la ciudad.
Tras encontrarnos ante estas maravillosas vistas no
puedo evitar mirar a Astrid y Lidia, que están las dos con la boca abierta al
no poder imaginarse un lugar más bonito.
-¿Cómo puede haber un lugar tan… tan… tan…?- pregunta
Astrid sin encontrar la palabra adecuada-. No me lo podría imaginar en un sitio
tan desconocido.
-Aquí me siento libre, sin ataduras- respondo con mis
pensamientos en otra parte-. Aquí nadie me hace daño ni me obliga a nada. Aquí puedo ser yo misma- añado sin dirigirme
a nadie en particular mientras sigo en mis ensoñaciones.
-¿Estas bien Sandra?- me pregunta mi hermana un poco
sorprendida y preocupada por lo que acabo de decir.
Vuelvo a la realidad y miro a Lidia con la sonrisa mas
grande de todas, imaginándome una vida en un lugar como este, en el que todo
pudiese estar bien siempre, donde nadie me hiciese daño y tampoco me pudiese
causar problemas. La naturaleza me transmite paz; energía y libertad; las
vistas me hacen sentirme pequeña en mi mundo en el que solo me importo yo, nada
más.
-Todo va bien, mejor que nunca- respondo mientras vivo
el presente, sin ningún pensamiento en mi mente.
Los minutos pasan sin que nos demos cuenta y tenemos
que volver rápidamente a casa ya que se hace tarde para la cena. Allí nos
encontramos con que mis padres ya están sentados en la mesa mientras esperan a
que lleguemos.
-Lo siento- digo nada mas entrar por la puerta- no nos
hemos dado cuenta de la hora.
-No pasa nada cielo- me dice mi padre- nos acabamos de
sentar.
La cena transcurre entre risas y bromas, sin acordarnos
de nada más que del propio momento que vivimos.
Después de recoger los platos de la mesa subimos a mi
dormitorio para preparar las camas y poder dormir todas juntas. Las risas
continúan mientras terminamos en una guerra de almohadas saltando por los
colchones, aunque nuestras risas rápido se acaban cuando se abre la puerta.
-Chicas, hablad mas bajo que vais a despertar a Lucia-
nos dice mi madre desde el umbral de la puerta, con una sonrisa al vernos a las
tres tan felices y a mi hermana y a mi de nuevo tan unidas.
-Valeeee- respondemos las tres a la vez mientras
saltamos por última vez y caemos de culo sobre el colchón para quedarnos
sentadas.
Cuando se cierra de puerta me tiro sobre mi prima y mi
hermana para seguir dándolas con la almohada, pero esta vez sin hacer ruido,
aunque ahora terminan ganando ellas al cogerme de los brazos y las piernas para
que no me pueda mover.
Seguimos hablando sobre nuestras cosas para ponernos al
día con todo, mientras escuchamos música. Sentimos que el tiempo no ha pasado y
que nada ha cambiado desde que nuestra prima se fue a vivir a Paris, sentimos
que seguimos siendo las mismas niñas que entonces y que nada en la vida
importa, solo el día a día que vivimos. Pero a pesar de todo siempre llega el
momento de volver a la realidad, los recuerdos que nos atormentan nunca se
marchan y entre risas y llantos el sueño nos inunda y acabamos por dormirnos,
siempre juntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario