Cada vez estoy más
nerviosa, ya son las 9:10 y aquí todavía no ha aparecido nadie. Me tiemblan las
manos y se me viene a la cabeza el absurdo pensamiento de que me he confundido
de tienda y no es en ésta donde me han contratado para trabajar, pero cuando
miro el cartel con el nombre de la tienda veo que es el mismo que me dijeron cuando me llamaron la
semana pasada.
Los minutos siguen pasando
y, justo cuando tengo casi decidido volverme para casa porque no viene nadie,
veo llegar una mujer a lo lejos muy repeinada y con una camisa blanca, una
falda negra de tubo y unos taconazos muy altos a juego. Según se me va
acercando veo que la mujer no tendrá mucho más de 40 años y va demasiado
pintada para mi gusto.
-Mierda, ¿Se puede saber por
qué la tienda todavía cerrada?- dice la mujer cuando ve la cancela de la tienda
todavía bajada.
-Perdone,-digo a la señora
acercándome hacia ella- yo llevo aquí un buen rato esperando a la jefa del
local porque hoy empiezo mi primer día de trabajo, y todavía no ha venido nadie
por aquí, asique supongo que algo debe de haber ocurrido- le explico a la mujer
intentando sacar alguna conclusión del por qué todavía no ha llegado nadie a
abrir la tienda.
-No te preocupes bonita-
me dice la señora cambiando su expresión de enfadada por una agradable sonrisa-,
mi hijo se debe de haber retrasado. Soy la señorita Claudia, la dueña de esta
tienda. –Me explica la mujer acercándose para darme dos besos.
-Encantada, yo soy Sandra-
le digo a la señorita Claudia sonriente mientras empieza a abrir la tienda.
- Acompáñame que te
empiezo a explicar cuáles son tus tareas.
Entro a la tienda siguiéndole
y me enseña todos los estantes, las formas en las que tengo que doblar la ropa,
el almacén donde se encuentran todas las prendas de ropa… También me enseña la
forma en la que tengo que tratar a los clientes y cómo funciona la caja
registradora por si alguna vez me veo en la necesidad de utilizarla. La jefa me
cuenta que hoy estaré a prueba aprendiendo y que si tengo cualquier duda se la
consulte para resolverla pronto. Muchas de las cosas que me ha ido enseñando la
señorita Claudia de momento puede que no me sirvan mucho ya que mi cometido en
éste trabajo solo es doblar ropa y atender a los clientes resolviendo sus
dudas.
El tiempo sigue
transcurriendo sin muchas novedades, todavía debe ser muy temprano porque no se
ha presentado ningún cliente a excepción del jefe de unos grandes almacenes,
con el que ha estado hablando la señorita Claudia un buen rato hasta que se marchó
hace pocos minutos.
Mientras, sigo doblando todavía
la ropa que es mucha, ya que es comienzo de semana y debemos ofrecer productos
nuevos a los clientes. Estoy deseando que alguien aparezca por la puerta para
poder atenderle, tengo ganas de experimentarlo para ver que tal me va y si
valgo para este trabajo.
A lo lejos oigo a la dueña
refunfuñar sobre por qué alguien no le coge el móvil pero sin dejar de intentar
contactar con aquella persona. La verdad es que no entiendo mucho lo que estará
pasando pero me estoy empezando a preocupar porque la señorita Claudia lleva
toda la mañana muy insistente con el teléfono y me parece a mí que está demasiado
nerviosa y enfadada.
Cuando ya son cerca de las
11 de la mañana oigo que alguien abre la puerta de la tienda y me giro rápidamente
con una gran sonrisa en la cara dando por hecho que será mi primer cliente. Se
trata de un chico muy moreno, de pelo castaño y con unos preciosos ojos grises,
que viste unos vaqueros oscuros rotos en la rodilla y una camiseta roja. La
verdad es que el chico es realmente guapo y bastante musculoso y debe de medir
cerca de 1’80 metros.
El muchacho debe de
haberse dado una larga carrera para llegar aquí porque en su frente veo
muestras de un intenso sudor y cuando entra por la puerta se tiene que parar un
momento a descansar porque no deja de jadear.
Cuando por fin reúno valor
para acercarme a él y preguntarle qué desea, escucho un fuerte grito de la
señorita Claudia.
-¿Se puede saber qué horas
son estas de venir al trabajo Michael?- dice la señorita Claudia refiriéndose al
chico nuevo que acaba de entrar por la puerta.
-Lo siento madre, he
tenido que ir temprano a rellenar el seguro del coche por el accidente del otro
día y se me ha hecho tarde porque había mucha gente- responde Michael para
sorpresa mía, ya que pensaba hace unos segundo que se trataba de un cliente y ahora
me encuentro con la boca abierta en la
mitad del camino entre él y su madre.
-Eso no son escusas porque
ayer me prometiste que abrirías la tienda esta mañana sin ningún problema y no
me avisaste de ningún seguro- le reprende la jefa a su hijo muy enfadada.
-Eso es porque me avisaron
tarde y no me acorde de contártelo anoche. Pero bueno… ya estoy aquí y veo que habéis
abierto la tienda sin ningún problema. ¿Entonces qué problema hay madre?-
contesta Michael con una sonrisa en la cara, al parecer sin ningún temor hacia su madre.
La discusión sigue y yo me
avergüenzo por quedarme parada en mitad de la bronca que la madre está teniendo
con su hijo, asique decido volver a mi trabajo de doblar las prendas mientras
sigo escuchando la conversación.
-El problema eres tú hijo,
que te doy una muestra de confianza y tú no la aprovechas. ¿Y se puede saber
para qué sirven los móviles? ¿No podrías haberme avisado esta mañana?- Sigue la
señorita Claudia metiendo cizaña sin cansarse en ningún momento.
-Se me acabó la batería anoche
y me olvide de cargarlo, lo siento madre.
-Mi paciencia se está
acabando Michael, ya no sé qué hacer contigo. No te pienso dar más
oportunidades si no cambias, asique vete pensando que es lo que quieres hacer
con tu vida porque yo no voy a estar siempre dispuesta a solucionártela.
-Que si madre, te prometo
que cambiare- responde Michael mientras se dirige hacia el almacén dando la
espalda a su madre.
La señorita Claudia
resopla pero no responde, aunque su cabreo todavía permanece en sus mejillas
encendidas. Parece que por ahora el ambiente se ha calmado, pero ya veremos a
ver como siguen las cosas en un rato. Lo único que espero es no tener que
presenciar estas discusiones todos los días.
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