jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 2


Cada vez estoy más nerviosa, ya son las 9:10 y aquí todavía no ha aparecido nadie. Me tiemblan las manos y se me viene a la cabeza el absurdo pensamiento de que me he confundido de tienda y no es en ésta donde me han contratado para trabajar, pero cuando miro el cartel con el nombre de la tienda veo que es el  mismo que me dijeron cuando me llamaron la semana pasada.

Los minutos siguen pasando y, justo cuando tengo casi decidido volverme para casa porque no viene nadie, veo llegar una mujer a lo lejos muy repeinada y con una camisa blanca, una falda negra de tubo y unos taconazos muy altos a juego. Según se me va acercando veo que la mujer no tendrá mucho más de 40 años y va demasiado pintada para mi gusto.

-Mierda, ¿Se puede saber por qué la tienda todavía cerrada?- dice la mujer cuando ve la cancela de la tienda todavía bajada.

-Perdone,-digo a la señora acercándome hacia ella- yo llevo aquí un buen rato esperando a la jefa del local porque hoy empiezo mi primer día de trabajo, y todavía no ha venido nadie por aquí, asique supongo que algo debe de haber ocurrido- le explico a la mujer intentando sacar alguna conclusión del por qué todavía no ha llegado nadie a abrir la tienda.

-No te preocupes bonita- me dice la señora cambiando su expresión de enfadada por una agradable sonrisa-, mi hijo se debe de haber retrasado. Soy la señorita Claudia, la dueña de esta tienda. –Me explica la mujer acercándose para darme dos besos.

-Encantada, yo soy Sandra- le digo a la señorita Claudia sonriente mientras empieza a abrir la tienda.

- Acompáñame que te empiezo a explicar cuáles son tus tareas.

Entro a la tienda siguiéndole y me enseña todos los estantes, las formas en las que tengo que doblar la ropa, el almacén donde se encuentran todas las prendas de ropa… También me enseña la forma en la que tengo que tratar a los clientes y cómo funciona la caja registradora por si alguna vez me veo en la necesidad de utilizarla. La jefa me cuenta que hoy estaré a prueba aprendiendo y que si tengo cualquier duda se la consulte para resolverla pronto. Muchas de las cosas que me ha ido enseñando la señorita Claudia de momento puede que no me sirvan mucho ya que mi cometido en éste trabajo solo es doblar ropa y atender a los clientes resolviendo sus dudas.

El tiempo sigue transcurriendo sin muchas novedades, todavía debe ser muy temprano porque no se ha presentado ningún cliente a excepción del jefe de unos grandes almacenes, con el que ha estado hablando la señorita Claudia un buen rato hasta que se marchó hace pocos minutos.

Mientras, sigo doblando todavía la ropa que es mucha, ya que es comienzo de semana y debemos ofrecer productos nuevos a los clientes. Estoy deseando que alguien aparezca por la puerta para poder atenderle, tengo ganas de experimentarlo para ver que tal me va y si valgo para este trabajo.

A lo lejos oigo a la dueña refunfuñar sobre por qué alguien no le coge el móvil pero sin dejar de intentar contactar con aquella persona. La verdad es que no entiendo mucho lo que estará pasando pero me estoy empezando a preocupar porque la señorita Claudia lleva toda la mañana muy insistente con el teléfono y me parece a mí que está demasiado nerviosa y enfadada.

Cuando ya son cerca de las 11 de la mañana oigo que alguien abre la puerta de la tienda y me giro rápidamente con una gran sonrisa en la cara dando por hecho que será mi primer cliente. Se trata de un chico muy moreno, de pelo castaño y con unos preciosos ojos grises, que viste unos vaqueros oscuros rotos en la rodilla y una camiseta roja. La verdad es que el chico es realmente guapo y bastante musculoso y debe de medir cerca de 1’80 metros.

El muchacho debe de haberse dado una larga carrera para llegar aquí porque en su frente veo muestras de un intenso sudor y cuando entra por la puerta se tiene que parar un momento a descansar porque no deja de jadear.

Cuando por fin reúno valor para acercarme a él y preguntarle qué desea, escucho un fuerte grito de la señorita Claudia.

-¿Se puede saber qué horas son estas de venir al trabajo Michael?- dice la señorita Claudia refiriéndose al chico nuevo que acaba de entrar por la puerta.

-Lo siento madre, he tenido que ir temprano a rellenar el seguro del coche por el accidente del otro día y se me ha hecho tarde porque había mucha gente- responde Michael para sorpresa mía, ya que pensaba hace unos segundo que se trataba de un cliente y ahora me encuentro  con la boca abierta en la mitad del camino entre él y su madre.

-Eso no son escusas porque ayer me prometiste que abrirías la tienda esta mañana sin ningún problema y no me avisaste de ningún seguro- le reprende la jefa a su hijo muy enfadada.

-Eso es porque me avisaron tarde y no me acorde de contártelo anoche. Pero bueno… ya estoy aquí y veo que habéis abierto la tienda sin ningún problema. ¿Entonces qué problema hay madre?- contesta Michael con una sonrisa en la cara, al parecer sin ningún temor  hacia su madre.

La discusión sigue y yo me avergüenzo por quedarme parada en mitad de la bronca que la madre está teniendo con su hijo, asique decido volver a mi trabajo de doblar las prendas mientras sigo escuchando la conversación.

-El problema eres tú hijo, que te doy una muestra de confianza y tú no la aprovechas. ¿Y se puede saber para qué sirven los móviles? ¿No podrías haberme avisado esta mañana?- Sigue la señorita Claudia metiendo cizaña sin cansarse en ningún momento.

-Se me acabó la batería anoche y me olvide de cargarlo, lo siento madre.

-Mi paciencia se está acabando Michael, ya no sé qué hacer contigo. No te pienso dar más oportunidades si no cambias, asique vete pensando que es lo que quieres hacer con tu vida porque yo no voy a estar siempre dispuesta a solucionártela.

-Que si madre, te prometo que cambiare- responde Michael mientras se dirige hacia el almacén dando la espalda a su madre.

La señorita Claudia resopla pero no responde, aunque su cabreo todavía permanece en sus mejillas encendidas. Parece que por ahora el ambiente se ha calmado, pero ya veremos a ver como siguen las cosas en un rato. Lo único que espero es no tener que presenciar estas discusiones todos los días.

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